TEMPORADA TRES. KM 15
No soy una máquina.
En el kilómetro del día viajamos al primer encuentro del ser humano con las máquinas para proponer una pregunta, ¿Somos Sapiens o somos Faber? ¿Seres humanos que piensan o seres humanos que producen? Para entenderlo viajamos más de 250 años atrás en la historia, seguimos el tic tac del reloj hacia el presente, defendemos aquellos saberes aparentemente inútiles para llenar de utilidad a la vida, y reflexionamos sobre “llegar lejos” para establecer los límites. Dejamos en el aire algunas preguntas, una de ellas: ¿qué tipo de culturas creamos en nuestros entornos profesionales? Encuentra las respuestas dentro de ti y en tu forma de vivir.
1º Parada: La Revolución Industrial
Llegamos al país que fue la meca de una de las revoluciones más importantes de nuestra historia, el lugar en donde las máquinas generaron cambios económicos, políticos, sociales y hasta religiosos.
Estamos de vuelta en Reino Unido, el punto de origen de la I Revolución Industrial. Estamos en el momento histórico en el que se empieza a formar la idea que actualmente tenemos del trabajo.
Y no es que antes de este momento no hayamos trabajado. Piénsalo conmigo, los seres humanos siempre hemos trabajado. Hemos necesitado de la acción para la supervivencia, nos ha llevado a organizarnos.
Trabajo es todo esfuerzo físico o mental que supone encontrar bienestar individual y colectivo. A ver si me explico, piensa por ejemplo en nuestras madres o abuelas, ¿dirías que no han trabajado? ¡Cuánto esfuerzo conlleva llevar un hogar y formar a un ser humano! ¡Es mucho trabajo!
Lo cierto es que no es un empleo. Cuando las industrias se levantaron entonces se instituyó el empleo y con el empleo la remuneración económica. Estamos en la Inglaterra de 1760 y son tiempos revolucionarios. Estamos viviendo la aparición de la máquina de vapor para transformar la energía, el uso de materiales como el hierro para construir las primeras vías de conexión, se empieza a sustituir el trabajo manual por el trabajo mecánico.
En otras palabras, estamos en el mero mole del surgimiento del capitalismo como sistema económico, en un nuevo orden social formado por la clase burguesa y por el proletariado. Adaptándolo a nuestros tiempos, la diferencia entre los empleadores y los empleados, los dueños de las industrias y quienes prestan su energía a las labores operativas a cambio de un salario.
Como toda revolución, la Industrial supuso un reseteo, una nueva configuración, la vuelta a la rueda, nuevos aprendizajes y nuevos terrenos inexplorados. ¡Cambios! ¡Sabia historia que nos enseña que la vida más que ser un círculo, se convierte en elipse!
Presenciamos éxodos del campo a la ciudad, desarrollo de tecnologías para acercarnos, los hombres al trabajo, las mujeres a las casas o en algunos casos, también a las industrias con todo y chiquitos.
Vamos, sitúate en el momento histórico conmigo. Hablamos del siglo XVIII, 29 años antes de que se detone la Revolución Francesa. Imagina, ¿qué tipo de derechos podrían existir entonces en el entorno laboral? Muy pocos. Además en este tiempo, en algunas latitudes del mundo hay esclavitud. Las condiciones eran impensables para nuestros tiempos, jornadas de doce o más horas de trabajo, imagina el gran número de incidencias de accidentes laborales, es la primera vez en la historia que el ser humano se enfrenta a máquinas industriales.
En este contexto empezó a cobrar sentido un término que tiene sus orígenes en la Antigua Grecia: El Homo Faber, una palabra en latín que significa “el hombre que hace, el hombre que produce”.
¿Alguna vez lo habías oído? Pues es un concepto tan antiguo como actual que tiene diferentes connotaciones o significados. En el kilómetro de hoy, voy a centrarme en la interpretación que se contrapone al sentido del Homo Sapiens. Venga atención eh, que no quiero que te pierdas en los conceptos. Si el Sapiens es “el ser humano que sabe”, el Faber es “el ser humano que produce”.
Producir, producir, todo el mundo a producir. Hombres, mujeres, niños máquina. Hombres, mujeres y niños mecanizados, configurados, producción en serie de personitas que reproducen un patrón. ¿Cómo se puede pensar cuando el trabajo te deja exhausto? ¿Qué tiempo puede haber para los sueños y para los placeres mundanos cuando se está tan cansado de la jornada laboral?
Lo cierto es, que durante la Revolución Industrial, otra gran invención adquirió relevancia mundial. Permitió organizar y coordinar el movimiento de los trenes a sus destino. ¿Lo adivinas? El reloj. Tic Tac, Tic Tac.
Dice el filósofo, historiador y sociólogo, Lewis Mumford que:
“El reloj fue la máquina decisiva en la era industrial, y no la máquina de vapor”.
Curioso, ¿no crees? Casi siempre relacionamos a la revolución industrial con los ferrocarriles pero no con el reloj. Fue en este tiempo, cuando el tun tun del corazón, empezó a ser reemplazado por el tic tac del reloj.
Es verdad que la idea del reloj como medio para entender el orden del día ha existido mucho antes que este tiempo revolucionario: relojes solares, relojes de arena. Pero lo relevante fue que por la Industria, fue necesario entender el tiempo socialmente y más allá de las propias fronteras. Vuelvo a citar a Lewis Mumford:
“Se hubiera podido llegar al régimen moderno industrial sin carbón, sin hierro y sin vapor, pero resulta difícil imaginar que ello hubiera podido ocurrir sin la ayuda del reloj.”
“… la nueva actitud hacia el tiempo y el espacio infectó el taller, los bancos, el ejército y la ciudad. El ritmo del trabajo se aceleró, las magnitudes aumentaron, conceptualmente, la cultura moderna se lanzó al espacio y se entregó al movimiento (…). Al llevar la cuenta del tiempo, al comerciar y al guerrear los hombres barajaban números; y finalmente, a medida que se generalizó la costumbre, sólo los números se tuvieron en cuenta.”
¿Lo ves? ¿Ves la importancia de conocer el pasado para entender el presente y transformar el futuro? Querida o Querido Sapiens, ser humano que sabe porque piensa, y que tras pensar, hace. Ni todo a los números ni todo a las letras. Balance, ¿puede comprarse el equilibrio?
Yo creo que no. El equilibrio es un proceso, se trabaja, conlleva “tiempo libre”, sino pregúntele a quienes practican surf o yoga. El equilibrio ha sido siempre uno de los retos más grandes del ser humano.
Por aportarte una cita interesante, el Dr. Klaus Schwab menciona en su libro “La cuarta revolución industrial”, que:
La segunda revolución industrial aconteció entre el siglo XIX y principios del siglo XX, hizo posible la producción en masa fomentada por la llegada de la electricidad y la cadena de montaje.
La tercera revolución industrial ocurrió en la década de 1960, cuando se inició la revolución digital o del ordenador y que se caracterizó por los procesadores de información.
¡Así que mucha atención a este tiempo que nos toca compartir! Estamos transitando por una cuarta revolución industrial.
2º Parada: La estación de ferrocarriles de Mérida, Yucatán.
Hemos avanzado 251 años en el tiempo. Algunos de los eventos en el inter de este tiempo te los he contado en los Kilómetros 13 y 14. Nos adentramos a un relato personal en el que hablo de mi primer empleo formal.
Ocurrió en la Antigua Estación de Ferrocarriles en Mérida, Yucatán. Un edificio precioso que fue construido en un período de riqueza económica, cuando la Industria Henequenera concentraba en las haciendas yucatecas abundancia y esclavitud, en iguales proporciones.
Desde el 2004, este lugar es sede de una Escuela Superior de Arte, la institución que tiene la noble y necesaria labor de profesionalizar a jóvenes artistas. Fue ahí en donde tuve el primer encuentro con el liderazgo organizacional y con una cultura de trabajo cimentada en la colaboración, la planificación y el seguimiento. Y es que la primera autoridad profesional que tuve, fue una mujer de letras.
Su influencia y la experiencia de haber trabajado en la cultura, ha hecho que diez años después, sintiera ánimo y convicción por recuperar aquello que empecé en un programa de radio online (pódcast no estaba de moda), llamado “Lee sin pretextos”.
Sin embargo, como relato en el pódcast, mi deseo por “llegar lejos”, por alcanzar el éxito y tener una maestría, me llevó a explorar otras oportunidades que sin duda alguna, me llevaron a nuevas geografías, y me enseñó la importancia de los límites.
3º Parada: Llegar lejos para entender el éxito.
“¡Llegar lejos!” ¿Qué significa? ¿Qué es lejos? ¿Qué conlleva? La etimología latina dice que “lejos” es un adverbio comparativo que viene de la palabra “laxius”, que quiere decir “ampliamente, más espaciosamente”.
En ese sentido, sí, en el pódcast te cuento que yo quería ampliar mis experiencias. Quería subir la escalera del “éxito”. Así que ahí me vi, inmersa en un nuevo sector, en la industria del lujo, el sector privado, las multinacionales, en un trabajo comercial con ambiciosos objetivos por delante.
En los últimos años he dedicado la mayoría de mi tiempo a un trabajo. Reconocerlo ha sido un proceso largo, un ejercicio de conciencia que ha sido doloroso y exigente. Me ha llevado a reflexionar sobre la calidad humana que hay en las empresas y lo peligroso que resulta estar orientados a los números.
Renunciar a un trabajo que me gustaba, en una cultura organizacional que me llevó al límite, ha sido una forma de decir: ¡Protesto! De bajarme de una vía en la que yo no estaba dirigiendo. Como bien dice Julia Cameron en su libro “El camino del artista”,
Renunciar es otra forma de referirnos a una distancia, es un desapego, un sentimiento típico del trabajo continuado de cualquier práctica meditativa.
Los vientos de cambio exigen que las empresas tomen protagonismo, aún más cuando la crisis mundial se extiende a la política. Hay mucho más que la utilidad financiera, necesitamos liderazgos verdaderamente humanos. Los KPIs no pueden seguir siendo simplemente económicos. Debemos erradicar la pobreza, poner fin al hambre, garantizar una vida saludable, una educación de calidad, alcanzar la igualdad entre géneros, garantizar la disponibilidad del agua, asegurar el acceso a energías asequibles, fomentar el crecimiento sostenido, desarrollar infraestructuras resilientes, reducir las desigualdades, conseguir que las ciudades sean inclusivas, tomar medidas para el cambio climático, conservar a nuestros mares y océanos, proteger nuestros ecosistemas terrestres, promover la paz y fortalecer una alianza mundial. No es un pensamiento utópico, son los 17 objetivos de desarrollo sostenible que la ONU nos ha propuesto para la agenda 2030.
He tenido que llegar lejos para saber en dónde están los límites. Aunque entiendo la intención detrás de esa expresión “no soy una máquina”, creo que seguiré prefiriendo que me digan, “eres un sapiens creativo, divertido, coherente y valioso”, o ya de paso, “qué bonita letra tienes”.
¿Te gustó el KM 15?
Cerramos estas reflexiones con una de nuestras frases favoritas encontradas en el libro de Nuccio Ordine. La frase es del dramaturgo Eugene Ionesco.
“El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tienen tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil… Un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio”.
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