In memoriam Carmelina Caldelas Mortera (1930 – 2021).
Volveremos a bailar abuela.

Mi abuela sosteniéndome en el primer encuentro que tuve con mis hermanas Addy y Liz (1 de septiembre de 1984).
El sábado te fuiste abuela. Un mensaje de mamá nos avisó de tu partida. Fueron instantes confusos. ¿Qué siento? No es dolor, no es vacío. Cerré los ojos para abrir tu imagen en mi recuerdo. Te vi guapa, sofisticada, con el pelo recogido, tu falda ceñida a la cintura, tu vaso de coca cola y un Benson & Hedges mentolado consumiéndose en un cenicero negro carcomido por el tiempo.
¿Será verdad eso de que cuando morimos vemos pasar los instantes de nuestra vida? ¿Qué habrás visto en tus longevas 9 décadas? ¿La ilusión de un vestido de novia? ¿Los alumbramientos de tus hijos/as? ¿Los nacimientos de todos tus nietos/as? ¿Tus pérdidas irreparables? ¿Los juegos de infancia con tus hermanas? ¿Las historias del abuelo Gabriel? ¿Habrás visto lo dulce o lo amargo?
Para llegar a verte abuela había que recorrer muchos kilómetros, 1031 kilómetros para ser exactos. Te veíamos en verano y en navidad y eso hacía que las vacaciones tuvieran sentido. Mis hermanas y yo no compartimos la suerte de otros primos y primas nuestros. Para nosotras, tú no eras el regalo sabatino cada semana, pero verte en vacaciones compensaba. Así aprendimos del calor de los inviernos, de la frescura del verano. Abuela lumbre, cobijo, plato lleno, aroma de mujer, trabajo tierno, fe y plegaria.
Según te mirasen, tus ojos eran agua calma de pozo o bravura taurina. Tu voz, suave canción de cuna o despilfarro de palabrotas resonando en el cielo abierto del estadio “Pirata Fuente”.
Abuela misterio. Fuerza de roble. Conjuro. Norte jarocho y sombra de almendro. Colonia fresca en el cuello. Necesito verte para abrazarte abuela, ver tu silueta salir por la puerta del número 100 de la calle Alonso de Ávila con esos brazos extendidos que tuvieron lugar para todos.
Naciste en 1930 y fuiste todo lo moderna que se podía ser en los tiempos que te tocó vivir. Contestona y protectora. Mujer mexicana posrevolucionaria. ¡Diez partos abuela! Con su drama y su alegría, con su arrebato y su fuerza, con tu amor abuela, con el enorme amor que solo emana de las mujeres río de tu tamaño y de tu calibre, porque para ser abuela hay que recorrer muchos kilómetros.
El sábado dormiste abuela. Hermana te puso la música que te gusta para mecerte en el sueño más profundo. ¿Qué instante habrás tarareado en tu último gran aliento? ¿Con quién o quiénes? ¿Los que ya te esperan en otro dulce espacio o los que te despedimos en una fiesta imaginaria de noventa años? ¿Fue una balada o una ronda celebrada por cuatro generaciones que convivieron en un tiempo incierto que se ha sostenido desde tu amor?
Un mensaje de alivio nos avisó de tu descanso. Siento amor en abundancia y agradecimiento abuela. Abro los ojos para vivirte abuela bruja, abuela sabia, abuela digna, abuela río. ¿Te haremos sentir el orgullo que tú nos haces sentir a nosotros?
Yo imagino que el sábado te fuiste bailando una de tus canciones favoritas. Si acaso, te fuiste preguntando, “¿Y qué hiciste del amor que me juraste?”, yo te juro abuela que el amor que nos legaste es infinito.
Te veré otra vez abuela, en otra vida, en otro espacio.
TGB

Tres de cuatro generaciones: Mi abuela, mi sobrina Sofía y yo la última vez que bailamos. Julio 2015.