Escribe una carta

Día 25- Ventanas

By 13 de febrero de 2021agosto 3rd, 2021No Comments

¡Me gustan las ventanas!

Al principio me gustaban desde dentro. Recuerdo la primera ventana desde la que quise estar mirando al exterior. No era una ventana real, pero en mis ojos de niña era existía y quería poder ver a través de ella. Era la ventana de una caricatura. 

Es el episodio en el que Heidi llegó por primera vez a casa de su abuelito, y él la recibe sin tener un espacio en dónde dormir. Entonces suben al ático y con una sábana improvisa una cama en un monto de paja que se ve de lo más cómoda en las caricaturas. Heidi duerme. 

A la mañana siguiente, Heidi despierta con el único acceso de luz que se cuela por una ventana redonda de madera, sin ningún cristal. Se asoma a contemplar su nuevo mundo, los Alpes Suizos, las praderas y el amanecer. Quería ser ella en esa ventana, visitada por los pajaritos. 

La primera ventana real que recuerdo era larga y estaba muy alta. Solo la veía desde abajo y colaba la luz del techo de mi casa. La recuerdo porque nunca había visto una ventana que midiera unos 60 cms de altura y 1.5 de ancho. Para abrirla tenía que jalar de una cadenita. Habían otras tres ventanas con las mismas características. 

La ventana más grande que a cuidado mi sueño tenía marcos de madera. Frente a ella tenía una banca con cómodos cojines en forma de “C” y al centro tenía una mesa. Podía abrir la ventana hacia los lados al girar una manivela. Pase horas leyendo, estudiando y escribiendo cartas que mandaba a México. Tenía 17 años y aunque ya no pensaba en “Peter Pan y el país de Nunca Jamás”, era un deleite un regalo ver las montañas nevadas, el rojo de las hojas en otoño, los atardeceres de verano y las flores que crecían en el desértico clima de Reno, Nevada. Fue la primera vez en la vida que aprecie el paso de la vida a través de las estaciones. 

La primera vez que un pajarito me visitó, la ventana era cuadrada. Un poco más pequeña que la anterior. Frente tenía unos barrotes de metal cuadrados a modo de protección. Una mañana me despertó el canto de un pequeño pajarito. Me alegré. La vida venía a buscarme. Hice todos los posibles intentos para no molestar al nuevo huésped que compartía espacio conmigo en la esquina de aquella ventana. El canto de uno se volvió el canto de cinco, el pajarito hizo un nido y nacieron tres pajaritos. Así que a aquellos polluelos y a su madre me uní yo para celebrar la vida. 

Me gustan las ventanas y me gustan abiertas. Me gusta que el sol pegue por las mañanas y que la lluvia se estrelle en los cristales. Me gusta seguir el camino de las gotas cuando caen y chocan con otra para hacerse más gordas, y caer más a prisa. Borges tiene un cuento sobre gotas y su carrera por el vidrio. 

Me gustan las ventanas porque me invitan a salir a mirar. Siento que me gritan ¡sal ya que te pierdes el día… o la noche! Con lo mucho que también me gusta la noche. Me gusta mirar a través de ellas pero también me gusta pensar que ellas también me miran a mí. Por eso ahora me gusta a imaginar a las personas desde afuera. 

Ellas miran mi creatividad ahora y cómo paso el tiempo ya que no pueden invitarme a salir. Saben lo que hago, cuándo lo hago y cómo lo hago. Así como las personas tenemos ojos, que son la ventana de nuestra alma; las ventanas son los ojos de los espacios que habitamos. Como los ojos, las ventanas nos muestras los colores y nos ilustran un paisaje. ¿Y las ventanas de los otros? ¿Qué hay detrás de los espacios que habitas ahora? 

Mi nueva ventana tiene un paisaje distinto a todos los anteriores. Es cuadrada y tiene los marcos blancos. Me acompaña cuando madrugo y cuando siento fríos. A veces me quedo quieta en silencio y solo observo. Veo unas montañas y a lo lejos la autovía. Miro la carretera y a todos esos coches transitar desplazándose a algún destino. 

Aquí en España también venía a verme un pajarito. Dejó de venir hace tiempo. Solía tocar a la ventana de otra parte de mi casa cada mañana. No entendía a qué venía, pero me alegraba su compañía. Le llamé “Lorenzo” porque le decía que estaba loco. Echo de menos a “Lorenzo el pajarito”. 

No sé si tú tendrás una ventana en dónde estés. Si no la tienes, entretén el tiempo pensando en las ventanas que te han visto vivir. Si la tienes, cuéntame que ves cuando salgas de ahí. Escríbeme para contarme a tere.gongora@gmail.com Vivimos en una época llena de ventanas digitales que nos permiten tener acceso a la vida de los demás. Suelen tener muchos filtros. Yo también las uso, pero últimamente, como mi hermana la mayor a quien también le gustan las ventanas, suelo buscar en mis ventanas esa exploración en mi interior tan necesaria, que me lleva a escribirte estas cartas. 

Te mando un abrazo con todo mi cariño. Que esos ojos que que reflejan lo más puro de tu alma, estén brillando de alegría y entusiasmo por el futuro. ¡Mucho ánimo! 

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“Escribe una carta” fue una iniciativa emprendida durante el confinamiento del COVID19 en España. Algunas palabras han sido adaptadas para poder animar a cualquier persona que enfrente una enfermedad de cualquier tipo.

Es un proyecto hermano del podcast Latitudes. Ambos tiene por propósito generar la reflexión y poner en valor los valores, a través de las humanidades.

Los audios de estas cartas estarán disponibles en ivooxspotify y apple podcast.

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