
¡Hola! Esperando que tu sigas con los ánimos bien arriba, yo te escribo para decirte que también yo sigo constante en mi compromiso, así que por favor, no vayas a pensar que con el paso de los días nos vamos tomando esto a la ligera. Seguimos más fuertes, y más conscientes con cada día que pasa.
Hoy pienso en aquellos domingo de ramos y el inicio de la Semana Santa.
Durante muchos años preparaba estos días con mucha ilusión en colaboración con algunos amigos míos. En México, algunos jóvenes tienen el compromiso y el gusto de dedicar tiempo en alguna comunidad o pueblito a las afueras de la ciudad.
Los pueblitos de mi tierra, no se ven como los pueblitos españoles. Algunos no tienen las calles pavimentadas, las zonas más alejadas de la ciudad tienen escasos servicios, las casitas son pequeñas y viven familias enteras. El calor es tal que las casas están construidas para que puedan ser frescas en el interior.
Casi todos los integrantes de la familia duermen en hamacas. Especialmente los viejitos. Algunos de los niños aprenden a hablar maya de sus abuelos y corren por los patios persiguiendo a los cochinos o a las gallinas. Los pueblitos de mi tierra son bonitos y son habitados por mujeres que se visten con hipiles y que tienen una sabiduría ancestral que no puede adquirirse en ninguna materia escolar.
Además de ciertas actividades relacionadas con la iglesia católica, lo que más me enriquecía de aquella experiencia con “Huella Misionera”, era la generosidad de esas personas que te reciben en su casa para compartir todo lo que tienen.
Todos los días, juntábamos a los niños antes del catecismo y cantábamos.
Por las tardes, después de los oficios, solíamos ir a casa de los enfermos. Íbamos en grupo a llevarle la comunión hasta sus hamacas. Esos días con ellos, nos servían de recordatorio de las cosas que son importantes en la vida. Eran una oportunidad de conexión con nuestra cultura y nuestras tradiciones.
Tengo muchísimos recuerdos de aquellos años. De mis compañeros y también de las personas que nos recibieron. De las amistades que hicimos, de los cantos en la capilla, de la velación al santísimo los jueves por la noche, la marcha de silencio en compañía de todo el pueblo.
Semana Santa ha sido siempre un tiempo de compartir y para reflexionar. En estos días escribiéndote, me he vuelto a sentir en los días previas a que empezáramos las misiones. Haciendo el manual de “espiritualidad” que servía para tener un rato de oración en grupo que era muy bonito.
Crecí mucho en aquellos años. Me sirvieron para ser una persona más consciente. Siempre en domingos de ramos pienso en Xcanchachán y Nohuayún (el nombre de las comunidades a las que iba). Pienso en mis compañeros de “Huella” y en los momentos que compartimos.
Esta Semana Santa no va a dejar de ser especial por el hecho de pasarla dentro de casa. Después de todo, así lo canta el “himno misionero”: “Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten tus ganas de vivir. Donde falte la esperanza, donde todo sea triste, simplemente por no saber de ti”.
Claro está que creo en Dios. Tú puedes llamarle Buda, Energía, Madre Tierra, o simplemente, Amor. En esta semana me espera mucha más resiliencia, mucha más reflexión, y muchas más ganas de compartir.
Un abrazo,
TGB
“Escribe una carta” fue una iniciativa emprendida durante el confinamiento del COVID19 en España. Algunas palabras han sido adaptadas para poder animar a cualquier persona que enfrente una enfermedad de cualquier tipo.
Es un proyecto hermano del podcast Latitudes. Ambos tiene por propósito generar la reflexión y poner en valor los valores, a través de las humanidades.
Los audios de estas cartas estarán disponibles en ivoox, spotify y apple podcast.